miércoles, 26 de agosto de 2009

17/8/09: Interlaken -Lauterbrunnen y Trummelbachfalle- Brienz-Interlaken

Anoche empezó a llover y a soplar el viento de forma monstruosa… parecía el cuento de los 3 cerditos con el soplaré, soplaré… ¿y tu tienda derribaré?.
Por la mañana temprano seguía lloviendo, pero a ratos paraba brevemente y nos llegaba algún que otro rayito de sol que se conseguía meter entre el cielo completamente cubierto de nubes que teníamos. Pretendíamos subir al Jungfraujoch o al Piz Gloria a alucinar con las que dicen son las mejores vistas de los Alpes, pero resultaba imposible, sobre todo teniendo en cuenta el precio de los teleféricos que hay que coger para subir. Como dicen en nuestra tierra: “subir pa´na es tonteríaa”… Así, escogimos la otra opción que nos quedaba, desplazarnos con el coche hasta el valle de Lautterbrunnen o “valle de las cascadas” que también quedaba bastante cerca. Seguía sin parar de llover y la vista del valle se entorpecía bastante con tanta nube, pero aún así, cuando podíamos ver un poco nos resultaba bellísimo, miles de cascadas enormes cayendo a ambos lados del valle, incluso justo en el pueblo!!.

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Como no paraba de llover nos acercamos a las trummelbachfalle, que son las únicas cascadas subterráneas acondicionadas para ser visitables en toda Europa según cuentan.

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El parking es gratuito justo delante de la entrada al barranco. El precio por entrar no era muy caro. Subimos en un ascensor hasta las cascadas más altas, y desde ahí haríamos el recorrido de las 10 cascadas a través de pasillos subterráneos y escaleras hasta llegar abajo. Sólo puedo decir una cosa, y en dos palabras: im-presionante; no os podéis imaginar la fuerza con la que cae el agua en estas cascadas y la belleza del interior del barranco; sin duda merece mucho la pena.

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Cuando acabamos la visita, tuvimos una pequeña ventana de buen tiempo (vamos, que dejó de llover por un rato y se quitaron algunas nubes), y pudimos babear un poco con el valle, aunque duró poco. Llegamos hasta la caseta donde se coge el teleférico para subir a los picazos, pero las nubes estaban totalmente cerradas en las cumbres, así que decidimos no subir porque no íbamos a ver nada y además arriba daban ventisca.

De regreso a nuestra zona de acampada nos desviamos un pelín para ir a Brienz y a su lago. Se trata del “pueblo de los ebanistas” y del lago de aguas increíblemente turquesas. Las casas son completamente de madera oscura, muy bonitas, pero el color del lago hipnotiza. Nos dio para pasear por la orilla del mismo y poco más, la verdad, ya que es pequeñito, pero bueno, fue un bonito paseo.

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Las nubes seguían muy cerradas y no nos permitían divisar el Rothorn, otro piquito, y llovía intermitentemente.

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Volvimos a nuestro pequeño hogar campestre, y ya casi no pudimos salir de la tienda… ni para mear!! (pues no teníamos paraguas…). Nada más llegar empezó a llover a lo bestia y ya no paró en ningún momento, ni el día siguiente tampoco!!. Ismael regresó del baño totalmente calado, y nos echamos unas risas (por no llorar jeje); ¿cómo se nos habían podido olvidar los paraguas viajando a Suiza??. Nos refugiamos en la tienda toda la tarde, y empezamos a pensar en cual iba a ser nuestro próximo destino, puesto que la tormenta era tal que apenas podíamos oirnos al hablar, teníamos una piscina justo delante de la tienda y poco más que hacer en esa zona con ese tiempo.
Al día siguiente partiríamos hacia Lucerna, pero antes nos despedimos como es debido de Interlaken cenando en un restaurante temático cachondísimo, el restaurante del hotel Bestwestern que está a la entrada del pueblo, donde los camareros visten con pantalones de borrego y estampados de vaca, todo es de madera de pino, tocan las típicas trompetas enormes de los Alpes y hacen bromas a los japoneses jajaja. Hay algún video que otro también.

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Engullimos una typical fondue de carne con sus patatas y sus salsas, y de postre una fondue de chocolate con frutas y chucherías, genial!!.

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