lunes, 24 de agosto de 2009

14/7/09: Ginebra-Montreaux-Gruyeres-Friburgo-Interlaken

Salimos de Ginebra dirección Laussane y Montreux, donde paramos. Aparcamos en el parking que hay justo en el Castillo de Chillón, pero se nos presenta la primera dificultad. El parking es de límite horario con disco azul, y no tenemos el dichoso disco ni sabemos donde se consigue… Les preguntamos a una pareja de suizos (o eso nos parecían…) y al final nos acabaron regalando ellos el famoso “disco azul” porque tenían dos en su coche, qué suerte y qué majos!!, y qué bien nos estamos entendiendo con el english!! (y eso que el nuestro es justillo jeje). Cuando la zona de aparcamiento es de “disco azul” no pagas, sólo tienes que poner la hora a la que aparcas (el disco lleva como un relojito de cartón) y respetar el número de horas que puedes permanecer aparcado (lo pone en las señales del parking, 1h=1St o studen). En unos aparcamientos te permiten estar una hora y en otros 6h, eso depende de cada zona. En este de Chillón creo recordar que el máximo era 4St.
El castillo es precioso, a los pies del lago Lemán (pero en la orilla contraria a Ginebra) y de las montañas. Bajamos las bicis de la baca y nos vamos a ver la ciudad ciclando por un bonito paseo que hay bordeando todo el lago. El paseo está señalizado como ruta para patines, pero se puede ir caminando o en bici que no pasa nada, hay un montón de gente así.

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Llegamos a donde están las casitas, el mercadillo, y la estatua de Freddy Mercury (Dios salve a la Reina!); con razón Montreux les sirvió a Queen de inspiración para escribir “It must be heaven”, el panorama es precioso.
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Tras unas cuantas fotos regresamos al coche, aquí dejo una bonita panorámica final.

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Nos dirigimos a Gruyeres, el pueblo originario del famoso queso. Una carreterita estrecha nos lleva hasta un aparcamiento al aire libre (donde no hay que pagar) que está a los pies de este pueblo típico de montaña amurallado. El pueblo está en alto, así que nos subimos a las bicis de nuevo y nos disponemos a meternos entre pecho y espalda una señora rampa que transcurre entre praderas y vacas hasta las puertas de la muralla. Tengo buenas sensaciones, aunque he jadeado lo mío he conseguido llegar hasta arriba jupiiii!!!.

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El pueblo es precioso, una pequeña joyita a los pies del Moleson.

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Gruyeres es pequeñito, sus calles son empedradas, y sus casas de madera y encaladas todas blanquitas, es muy bonito y nos sorprende gratamente. Ha sido todo un acierto decidir desviarnos un poco de la carretera principal para verlo. Subimos al castillo y gozamos de bonitas vistas del pueblo, de las praderas, y del Moleson. Desde este pueblo están señalizadas ya varias rutas de vtt. Esta vez no era nuestro lugar elegido para rutear pero desde luego la zona tiene buena pinta.

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Regresamos al coche, donde nos sacamos esa maravillosa nevera eléctrica que nos hemos comprado (menudo acierto también) y nos preparamos una comidita a los pies de un árbol. Después, bicis a la baca y nos vamos para Friburgo.

Friburgo es ciudad universitaria, es más grande y está también en una colina. Aquí no hay nada llano, así que nos tocaría chuparnos unas buenas cuestecitas. Aparcamos en alto, junto a la torre de la famosa catedral de San Nicolás, en una plaza. A partir de aquí ya no volveríamos a usar el disco azul, porque sólo nos encontramos posteriormente parking de parquímetro. En unos metes el dinero y te sale el ticket (como en Madrid), en otros tienes que meter el número de tu matrícula, y en otros poner el número de plaza donde has aparcado. En cada zona se paga “x” por “x” número de horas, así que hay que leerse las instrucciones del parquímetro. Unos son gratis a partir de las 18h, otros de las 19h, otros de las 21h… En Suiza se paga siempre por aparcar, pero la verdad es que si comparamos los precios de los parquímetros con los de Madrid son baratos.

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Bajamos hasta el río, que va marroncete, damos un paseito por las orillas, atravesamos varios puentes medievales de piedra y madera, visitamos los lugares más turísticos y regresamos al coche. Menudas rampas tiene este pueblo!!!.

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Ponemos rumbo a Interlaken, zona de acampada prevista para pasar unos cuantos días.

Bordeamos Berna para llegar a Interlaken, pero volveríamos a visitarla al día siguiente. Dentro de Suiza las distancias son bastante cortas entre las ciudades importantes, y las carreteras son buenas, así que merece la pena montar algún que otro campamento base y moverse con el coche desde ahí.

A lo largo de la tarde llegamos a Interlaken, y acampamos en el camping Alpenblick2, que está justo antes de llegar, a unos 5 Km como mucho. Encontramos parcela “de coña”, porque no llevamos nada reservado y por lo visto en verano los camping se petan bastante. El camping es pequeñito, muy acogedor, tiene una cafetería-restaurante montado en una “tipi”, que es como una tienda grande modelo “indio”, con su hoguerita y todo, es muy chulo. Los baños, duchas, zonas de fregar, etc. son nuevísimos y modernos, todo está impecable. Aquí es donde empezamos a alucinar, me explico; los lavabos, fregaderos, etc son de acero inoxidable, y al lado de cada uno de ellos hay una bayetita para que cada vez que alguien lo use después lo deje limpito y seco. Impresionante, pero la gente usa las bayetas y está todo reluciente. Ahí no acaba la cosa… en cada ducha hay un aparatito de esos limpiacristales, y cada vez que alguien usa la ducha seca las superficies. Es alucinante!!, pero qué civismo tiene todo el mundo!!, da gusto!!.

Por otra parte, el camping está junto al lago de Thun, y sólo cruzando la carreterita nos encontramos con la orilla. Las aguas son transparentes , y hay escaleras para bañarse en el lago. La vista es preciosa, todo en silencio y nosotros solos. A los pies del lago tenemos una pradera verde perfecta para una tarde de baño, así que ese día no nos bañamos, pero lo haríamos otro día después de una ruta con unos calores importantes.

Ya vemos carriles bici por todas partes, así que cogemos las luces y nos vamos a Interlaken. Nos lo recorremos sobre ruedas. Se puede resumir a una calle principal llena de tiendecitas de cosas típicas (relojes, chocolates, navajas victorinox, souvenirs…), un pequeño centro antiguo lleno de casitas de madera, puentes de madera que cruzan el caudaloso río turquesa, flores en los balcones, una pradera enorme donde aterrizan millones de parapentes y poco más. Se nos hizo de noche, así que regresamos al camping, cenamos y a dormir, que al día siguiente visitaríamos Berna, Thun y Brienz.

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