domingo, 11 de septiembre de 2011

17 Julio 2011: del camping del lago de Kramsach a Walchsee, unos 60 Km aprox

Nos levantamos pronto, el día amanecía despejado y con todo seco aunque se había pasado toda la noche lloviendo. Después de recoger todos los bártulos bajamos de nuevo el puertecito para hacer una primera parada en el supermercado del pueblo, peerrroooo era domingo y estaba cerrado. Por suerte, encontramos una pastelería-cafetería monísima justo enfrente, así que aparcamos y desayunamos como señores, aún estoy saboreando aquel cafelatte tan rico con toda su espumita y ese pedazo de tarta de almendra uhmmm, para morirse. El mostrador de la tienda parecía sacado de un cuento, repleto de trozos de tarta enormes y de múltiples sabores… Me costó levantarme de allí, pero nos pusimos en marcha con energías renovadas jeje. Justo antes de empezar a rodar se nos acercó una ciclista austriaca muy maja interesada en ver nuestras alforjas, así que se las enseñamos sin problemas.
Continuamos la ruta del Inn, que discurre por amplios valles y cruza el río varias veces. El sol va pegando fuerte según van pasando las horas, e intentamos buscar la sombra en cuanto podemos, aunque esos primeros Km van bastante al solano pero la ruta está muy marcada de momento… hasta llegar a unas fábricas, donde por poco nos pasamos el desvío que exigía coger un puente que cruza el río con una buena rampa al principio.


Pasamos por el bonito pueblo de Kufstein, muy tirolés y con su castillito en la cima. Recorrimos algunas de sus calles, incluso nos planteamos coger el funicular para subir al castillo, pero decidimos seguir con la ruta pues nos quedaba lo más duro hasta llegar a la zona semialpina de Walchsee.

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En Kufstein abandonamos la ruta del Inn para continuar por una serie de sendas superboscosas de las rutas regionales que Isma había planeado con mapas y gps. Resultó ser una parte muy bonita. Tras abandonar los bosques atravesamos algún que otro pequeño núcleo de casas típicas, con sus granjas, etc. Todas las construcciones están perfectamente mantenidas, bien pintadas, con los balcones llenos de flores… precioso.

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Subimos un puerto no muy largo pero de los que aprietan, dejando a los lados estaciones de esquí reconvertidas en juegos de verano con sus enormes toboganes etc. Desde lo más alto del puerto ya sólo nos quedaba bajar hasta el maravilloso camping junto al lago Wachsee, que como esperábamos, en mejor sitio no podía estar.

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Para variar, llegamos a la hora en la que cerraban la recepción del camping y teníamos mucho calor. Dimos una vuelta por dentro del mismo y vimos que incluso tiene una zona del lago acotada como piscina natural para bañarse, ideal. Mientras sacábamos el bañador y las chanclas a toda prisa para empezar a disfrutar del sitio con un buen baño, se nos acercó un chico guapete que resultó ser uno de los responsables del camping. Nos dijo que fuéramos acampando sin problemas en una zona de césped muy cuidada justo a la orilla del lago, que nos bañáramos, y que ya haríamos papeles más tarde (vamos, que encima de guapo el chaval era muy majo jeje). El sitio no podía ser más bucólico, un lago de aguas turquesas transparentes en medio de los Alpes tiroleses con unas praderas perfectas.

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Después de montar nuestra pequeña casa y de disfrutar de los 23º del agua limpia, optamos por sacar el lomo y el queso más otros manjares similares y hacer una pequeña comida. Entre bocado y bocado, las nubes se empiezan a cerrar sobre nosotros y amenaza tormenta, así que nos duchamos y acomodamos en cuanto pudimos.


Como pensábamos, empezó a caer agua de la buena, y ya no paró hasta el día siguiente. ¡Menos mal que nos ha dado tiempo de aprovechar el lago!.
Pasamos la tarde bajo el paraguas (que por cierto, Ismael se había llevado en las alforjas el más pesado que teníamos en casa jajaja), dando un paseo entre las callejas del pueblo. Es muy pintoresco, se nota que es una zona bastante turística, porque hay muchos gasthof arregladitos, restaurantes de donde sale un olor fabuloso, etc.

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Al final cenamos en el restaurante del camping, que también olía genial y nos quedaba más cerca de la tienda, para que cuando tuviésemos la barriga llena podernos dejar rodar hasta ella jeje. Cenamos fantásticamente, calentitos en una especie de cabaña grande de madera, con sus muebles rústicos y cosas típicas tirolesas colgadas por todas partes, con manteles de ganchillo y platos enormes. Al terminar seguía jarreando, así que nos echamos una carrera y nos metimos en la tienda. Cerramos los ojos pronto, y de nuevo pasamos una noche pasada por agua, aunque descansamos de maravilla. Sólo nos quedaba esperar que escampara por la mañana, porque nos tocaba la etapa más dura del viaje en cuanto a desnivel y una de las más largas según el número de Km.

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