domingo, 19 de agosto de 2012

Budapest-Madrid. Fin.


He dormido como un bebé, pero con la pena de saber que las vacaciones pronto llegan a su fin.
Recogemos nuestros bártulos, preparamos nuestras bicis y nos despedimos del amable personal del hotel. Como mulos salimos a las calles sobre nuestras bicis cargadas con los rollos del plástico de bolas y el film tamaño industrial. Aún nos quedan algunas horas hasta que tengamos que dirigirnos hacia el aeropuerto.

Sólo nos ha quedado por ver la Isla Margarita, un lugar ideal para recorrer en bici porque tampoco tiene nada del otro mundo. Es un jardín con fuentes dentro de una isla cerca del puente que lleva el mismo nombre y que separa por así decirlo la ciudad antigua de la nueva, Buda y Pest.
Rodamos un poco a lo tonto, pero como nos damos cuenta de que no hay mucho más que hacer decidimos ir en busca de los billetes del tren hacia el aeropuerto.

Regresamos a la estación de Nyugati , y compramos los billetes en una de las máquinas. Hay mogollón de trenes que parecen ir al aeropuerto, así que recorremos los andenes en busca del primero que salga. Para variar, son trenes antiquísimos y altísimos, así que un poco difícilmente conseguimos subir las dos bicis cargadas hasta los topes al vagón., corriendo como no, porque quedaban unos segundos para que saliera.

Afinando el oído y nuestra intuición averiguamos cuál era la parada del aeropuerto, así que corriendo de nuevo nos bajamos y nos encontramos en el andén contrario. Para cruzar las vías y llegar a la terminal cogemos un ascensor de uno en uno.

La terminal de los vuelos low cost es pequeñísima, pero cuando llegamos apenas hay gente. Tenemos dos o tres horas para desmontar nuestro equipaje y las bicis para poder embalarlas correctamente, vamos bien de tiempo, aunque la verdad es que no hay muchas ganas de ponerse a ello jeje, y es que es un poco rollo.

Ocupamos el final de la terminal y nos expandimos a medida que sacamos ruedas, sillines, transportines, pedales, etc. Ismael ya tiene medio dominado el arte de hacer paquetitos con las bicicletas, así que protegemos las partes nobles de nuestras compañeras de viaje para intentar que no sufran daños en el vuelo gracias al plástico de burbujas. Para terminar, hacemos dos croquetas con el film transparente del rollo tamaño diplodocus que nos hacen sudar de lo lindo y quedan estupendamente.

Quedando poco tiempo para facturar nos damos cuenta de que la miniterminal se ha petado de gente, y unas colas de facturación se mezclan con otras. Cruzar la sala para ir al baño es toda una gymkana, pero al final conseguimos hasta quedar aseaditos y todo jeje. Metemos las alforjas y la tienda en una bolsa de basura industrial de las duras y le damos vueltas al rollo del plástico y a la cinta de embalar, y nuestra maleta facturable queda lista, ahora sólo queda que no nos pongan ningún problema para facturar las bicis o el bultaco…

Finalmente vemos como todo pasa por las cintas transportadoras camino de nuestro avión. Y en breve llegamos a casa. ¡Qué buen sabor de boca!¡Otra aventura más y mejor que la del año pasado!.

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