He dormido como un bebé, pero con la pena de
saber que las vacaciones pronto llegan a su fin.
Recogemos nuestros bártulos, preparamos
nuestras bicis y nos despedimos del amable personal del hotel. Como mulos
salimos a las calles sobre nuestras bicis cargadas con los rollos del plástico
de bolas y el film tamaño industrial. Aún nos quedan algunas horas hasta que
tengamos que dirigirnos hacia el aeropuerto.
Sólo nos ha quedado por ver la Isla Margarita,
un lugar ideal para recorrer en bici porque tampoco tiene nada del otro mundo.
Es un jardín con fuentes dentro de una isla cerca del puente que lleva el mismo
nombre y que separa por así decirlo la ciudad antigua de la nueva, Buda y Pest.
Rodamos un poco a lo tonto, pero como nos damos
cuenta de que no hay mucho más que hacer decidimos ir en busca de los billetes
del tren hacia el aeropuerto.
Regresamos a la estación de Nyugati , y
compramos los billetes en una de las máquinas. Hay mogollón de trenes que
parecen ir al aeropuerto, así que recorremos los andenes en busca del primero
que salga. Para variar, son trenes antiquísimos y altísimos, así que un poco
difícilmente conseguimos subir las dos bicis cargadas hasta los topes al
vagón., corriendo como no, porque quedaban unos segundos para que saliera.
Afinando el oído y nuestra intuición
averiguamos cuál era la parada del aeropuerto, así que corriendo de nuevo nos
bajamos y nos encontramos en el andén contrario. Para cruzar las vías y llegar
a la terminal cogemos un ascensor de uno en uno.
La terminal de los vuelos low cost es
pequeñísima, pero cuando llegamos apenas hay gente. Tenemos dos o tres horas
para desmontar nuestro equipaje y las bicis para poder embalarlas
correctamente, vamos bien de tiempo, aunque la verdad es que no hay muchas
ganas de ponerse a ello jeje, y es que es un poco rollo.
Ocupamos el final de la terminal y nos
expandimos a medida que sacamos ruedas, sillines, transportines, pedales, etc.
Ismael ya tiene medio dominado el arte de hacer paquetitos con las bicicletas,
así que protegemos las partes nobles de nuestras compañeras de viaje para
intentar que no sufran daños en el vuelo gracias al plástico de burbujas. Para
terminar, hacemos dos croquetas con el film transparente del rollo tamaño
diplodocus que nos hacen sudar de lo lindo y quedan estupendamente.
Quedando poco tiempo para facturar nos damos
cuenta de que la miniterminal se ha petado de gente, y unas colas de
facturación se mezclan con otras. Cruzar la sala para ir al baño es toda una
gymkana, pero al final conseguimos hasta quedar aseaditos y todo jeje. Metemos
las alforjas y la tienda en una bolsa de basura industrial de las duras y le
damos vueltas al rollo del plástico y a la cinta de embalar, y nuestra maleta
facturable queda lista, ahora sólo queda que no nos pongan ningún problema para
facturar las bicis o el bultaco…
Finalmente vemos como todo pasa por las cintas
transportadoras camino de nuestro avión. Y en breve llegamos a casa. ¡Qué buen
sabor de boca!¡Otra aventura más y mejor que la del año pasado!.
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